¿Un adorno más?
El pasado Jueves Lardero comenzaban los Cultos en honor al Cristo del Calvario y la Virgen del Consuelo, levantándose en el presbiterio de la Parroquia Matriz de nuestro pueblo, un efímero altar para cobijar a estas dos imágenes en la celebración de su triduo y función de regla. La Hermandad del Calvario un año más nos volvía a sorprender con un elegante y suntuoso altar en el que destacaba el nuevo “velo de tinieblas” que pendía de la cruz del Cristo.
Podría parecer un “adorno” más para muchos, aunque como suele ser habitual en esta Hermandad, el nuevo atributo se encuentra cargado de significado y viene, desde mi punto de vista, a consolidar la estética y sello propio, único en Puente Genil, que ha ido adquiriendo esta Cofradía en las últimas décadas.
El atributo ha sido realizado sobre terciopelo negro rematado con agregan dorado y sobre él se sitúan el sol, la luna y las estrellas, realizadas en metal repujado y cincelado y bañados en oro y plata por los Hermanos orfebres de la Cofradía, Raúl Cejas y Jesús María Cosano.
La simbología del sol y la luna dentro de este “velo de tinieblas” está relacionada con el momento de la muerte de Jesús cuando el cielo se envolvió de tenebrismo. La noche se hizo más oscura, desapareciendo todo rayo de luz que el sol pudiera proporcionar. Este hecho es profetizado en el Antiguo Testamento, donde se lee en Amós, capítulo 8, versículo 9: “Aquel día, dice el Señor Yavhé, haré que se ponga el sol al mediodía, y en pleno día tenderé tinieblas sobre la tierra”. Así, se representa ese instante donde la oscuridad se apoderó de este hecho. También, existen referencias en el Nuevo Testamento sobre este extraordinario suceso climatológico, viendo en el evangelio de San Mateo esta cita: “…así será la venida del Hijo de hombre (…) después de la tribulación de aquellos días, se oscurecerá el sol y la luna no dará su luz…”.
Tanto la luna como el sol, son un reflejo de las Santas Escrituras plasmadas en dicho velo. La luna tiene que tomar la luz del propio sol para brillar de forma radiante, es por eso que se asemeja a la iluminación divina que el Nuevo Testamento contempla en sus escritos por ser los textos sagrados donde se describe la vida y Pasión del Hijo de Dios. El alfa y el omega de los astros, de la vida y del transcurrir de toda la cristiandad están en Cristo muerto, que se glorifica con la Resurrección.
Este simboliza el velo del templo que separaba a Dios de la humanidad por causa de nuestros pecados y que se rasgó en dos en el momento en que Cristo muere y entrega su espíritu, abriendo la puerta a nuestra salvación. El velo de las tinieblas que se apoderaron del mundo desde las 6 hasta las 9 cuando Cristo estaba a punto de morir. «Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y dicho esto, expiró.» (Lc, 23, 44-46).
Esta prenda viene a completar así la iconografía de Cristo muerto sobre la cruz y lucirá en los cultos internos de la Hermandad. Es un motivo característico de la iconografía medieval que comúnmente ha representado a los astros con facciones antropomórficas.
Mi felicitación a la Hermandad por su afán de avanzar hacia esta original estética cargada de significado y elegancia, tan evocadora a siglos pasados.
Manuel Velasco Díaz