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sƔbado, noviembre 2, 2024

El Reino de Dios que trae Jesucristo es un proyecto de liberaciĆ³n

1ĀŖ lectura: LevĆ­tico 13,1-2.44-46. Ā Salmo: 31 TĆŗ eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberaciĆ³n. Ā 2ĀŖ lectura: 1ĀŖ Corintios 10,31-11,1.Evangelio: Marcos 1,40-45.

Hay muchos factores que nos invitan a vivir en cĆ­rculos cerrados y exclusivistas y cada vez mĆ”s personas son tentadas a vivir su existencia de manera aislada de las demĆ”s. En una sociedad en la que crece la inseguridad, la indiferencia, la agresividad, la mentira, la delincuencia y el egoĆ­smo; es explicable que cada cual trate de asegurarse su pequeƱa parcela de bienestar evitando cualquier contacto con la marginaciĆ³n, la miseria y el sufrimiento de los otros. Se pueden tener incluso experiencias de fe en Dios pero que empiezan y acaban en sĆ­ mismo, sin querer participar ni saber nada de la Iglesia como comunidad de creyentes con una misiĆ³n; a veces se oye decir Ā«Yo creo en Dios pero no practico los sacramentos ni voy a la IglesiaĀ» TambiĆ©n es cierto que podemos encontrarnos con Ć”mbitos eclesiales y con religiones que seƱalan, separan y marginan a otras personas a las que consideran ateos, Ā miserables, impuros o en pecado.

Jesucristo quiere que comprendamos bien la injusticia que suponen, ante Dios, esas leyes inhumanas que separan y marginan a las personas en razĆ³n de su raza, de su condiciĆ³n, de su cultura, de su fe o simplemente por padecer enfermedades. Para Dios no hay distinciones en lo referente a nuestras enfermedades y miserias; ni tampoco es cierto que todo eso sea un castigo de Dios que dependa de que seamos creyentes, paganos o ateos; mĆ”s puros o mĆ”s pecadores.

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Frente al mensaje liberador de Dios por medio de Jesucristo no se puede entender que las personas andemos divididas por conceptos impuestos; por normas, leyes, costumbres y culturas intolerantes y fundamentalistas, manteniĆ©ndonos indiferentes, sin embargo, frente a toda clase de injusticias contra los marginados, los pobres, los indefensos, los desamparados, los inocentes… de tantos pueblos, a causa de tanto conflicto interesado entre supuestos poderosos y sus egoĆ­smos.

Jesucristo rompe barreras y cadenas opresoras ante las leyes y las normas injustas y nos ofrece a todos los seres humanos, al igual que al leproso, no sĆ³lo la salud corporal ante la enfermedad, sino tambiĆ©n la liberaciĆ³n ante el individualismo egoĆ­sta, el mal, la muerte… y el acercamiento a un Dios Creador y Padre, como hijos libres, en comuniĆ³n fraternal con los demĆ”s.

Como dice San Pablo, no hemos de estar preocupados por las normas y costumbres de cada pueblo o ciudad, sino mĆ”s bien en hacerlo todo para gloria de Dios y en favor del bien de los demĆ”s, que es lo que a Ɖl le agrada. Como pertenecientes a ese Reino suyo de vida, luz, respeto, rectitud, libertad, verdad, amor… es importante que nos dejemos tocar por JesĆŗs Nazareno (Misericordia de Dios) para convertirnos en testigos fieles capaces de crear verdadera comunidad y de dar testimonio de una vida entregada para el bien de los demĆ”s; como la suya.                       

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