VĂctor Reina es abogado de profesiĂłn y aunque Ă©l no quiere reconocerlo, escritor de devociĂłn. Con un verbo fluido y clavado en el ADN, ya que lleva la poesia en sus genes. Y desde la cuna estaba llamado estos menesteres de las letras, ya que desciende del ilustre escritor de Puente Genil, Manuel Reina.
VĂctor fue pregonero en la Semana Santa de2015 y este hecho le uniĂł ,aĂşn más, a su pueblo natal, a sus costumbres y gentes. Y es fácil encontrarlo derramando su verbo en actos culturales, contribuyendo a hacer un Puente Genil más culto. En esta primera entrega, remite a OK PUENTE GENIL, este texto que a continuaciĂłn reproducimos, que nos habĂamos pensado publicarlo o no simplemente porque ruboriza a la editora. No obstante, viniendo de VĂctor Reina es tan nutritivo y valioso que esperemos que lo disfruten. GRACIAS, por ser y estar, querido VĂctor.
«TendrĂa que excusarme o, al menos, pedir disculpas por mi tardanza en remitir a mi querida Virginia Requena una colaboraciĂłn que ensucie este maravilloso proyecto. Tengo mis motivos y quisiera exponerlos«
«A ver… Se me ha colocado en la secciĂłn de “Firmas”, junto a ilustres ciudadanos, compañeros de tabique de esta publicaciĂłn cibernĂ©tica, personas serias e instruidas que ya de por sĂ están revestidas de una aureola de profesionalidad que a mĂ me viene grande y eso que tengo cabeza para edificar sobre ella un palomar. AsĂ, es imposible no albergar la sensaciĂłn de que se me ha convocado para desafinar en el coro«.
«Ellos tienen su parcela asignada y pueden hablar en ella con toda la profesionalidad del mundo: una ilustre notaria, un reconocido letrado en ejercicio y un insigne mĂ©dico. Y Virginia, tan osada como siempre, en lugar de llamar al alcalde para completar esta partida de mus, me pide a mĂ que colabore y me propone que lo haga desde mi condiciĂłn de “escritor”. SĂ, como lo oyen«.
-Tú puedes opinar de lo que quieras…
-Pero, Virginia, si no tengo opinión de nada… Son muchos años los que llevo casado y eso de opinar se lo ha reservado de forma exclusiva y excluyente mi santa esposa. Estoy desentrenado.
-Virginia todavĂa no sĂ© por quĂ© piensa que yo me dedico a la escritura; y no le falta razĂłn si de lo que hablamos es de redactar querellas, demandas, contestaciones, recursos, cartas conminatorias y demás escritos jurĂdicos que se pueden vomitar desde un despacho de abogados. Es cierto que de vez en cuando me da por rimar, pero más cierto aĂşn es que el pudor siempre me ha impedido publicar mis tonterĂas. Mi relaciĂłn con la poesĂa es parecida a cierta dolencia que se sufre en silencio…
En cualquier caso, parafraseando el refrán, si Virginia me dice que me tire por un tajo, sólo me resta pedirle a Dios que sea bajo. Asà que, lo que dure mi participación en este proyecto no he empezado aún y ya estoy esperando la llamada de Virginia comunicándome que se ha equivocado y que me invita a dedicarme a otros menesteres, intentaré comportarme y, si no lo consigo, apelaré a la piedad cristiana que tanto caracteriza a este pueblo para implorar perdón.
Y si alguna de mis opiniones no gustan, piensen los lectores de esta publicación que yo no estoy aquà para opinar, sino para escribir…
-¿Por qué no empiezas escribiendo unos versos? –me dice Virginia.
-Se hará lo que se pueda…
Me has pedido, Virginia, que te escriba
un soneto y me temo que no puedo…
Yo que nunca jamás le tuve miedo
a eso de gastar tinta y saliva.
Con un primer cuarteto a la deriva,
me adentro en el segundo y más me enredo…
Si lo logro acabar, me importa un bledo
que mi musa se vuelva tan esquiva.
Ya estoy en los tercetos, y sospecho
que el primero se queda tan estrecho
que con pocas palabras se me llena…
Sólo quedan tres versos… Suficiente
para decepcionarte enormemente,
mi amiga, mi Virginia, mi Requena.