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jueves, marzo 28, 2024

Hemos sido creados para la vida no para la muerte  

   

Citas: 1ª lectura: 2º Macabeos 7, 1-2.9-14.   Salmo: 16 Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor. 2ª lectura: 2ª Tesalonicenses 2,16-3,5. Evangelio: Lucas 20,27-38.  

Cuando se vive de manera satisfactoria disfrutando del propio bienestar, olvidando a los que sufren, es fácil no pensar en otra vida. Cuando se comparten el dolor y el sufrimiento, las cosas van cambiando. Hay una diferencia radical entre la vida terrena y esa otra vida plena sostenida por el amor de Dios. Esa otra vida es absolutamente nueva y dichosa, por eso la podemos esperar, pero nunca explicar o describir bien aquí. Nos deberíamos preguntar por el futuro personal de cada uno de nosotros y, como seres humanos, por el futuro de nuestra historia. ¿Qué nos espera? ¿Por qué hemos de morir, si desde lo más hondo de nuestro ser nos sentimos creados para vivir? ¿En manos de quién está nuestro futuro? ¿Será posible alcanzar la felicidad plena que aquí no terminamos de conseguir? ¿Quiénes son los Santos y por qué? ¿Cómo podemos seguir pensando que nuestra existencia y nuestro bienestar son más importantes que los de tantas otras personas a las que se les niega vivir aquí como Dios manda, en un mundo que ha sido creado para la vida de todos?.

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Sacrificar la vida por algo o por alguien es lógico que sea haga, porque consideramos que la vida aquí en la tierra no lo es todo y hay cosas más importantes que deben prevalecer más allá de nuestra propia existencia terrena, para beneficio y bien de los demás. Dedicar nuestra vida en perjuicio de nosotros y de los demás es de necios y malvados ya que Dios nos ha creado para la vida y la felicidad y no para el dolor y la muerte. Nuestra esperanza y consuelo ha de estar en la consecución de esa vida nueva y plena que Dios nos ofrece; la resurrección; frente a la nada de la inexistencia después de la muerte. La fe; que no tienen todos, porque es también un don del Dios de la vida; nos debe de servir para liberarnos del yugo de esa gente malvada y perversa que desde sus egoísmos atentan contra la vida y los derechos de los demás, ocasionando dolor y muerte. Es indudable que hemos de aprender a elegir, ya aquí, entre vivir desde la maldad y el egoísmo que ante la nada después de esta vida, como los saduceos, muchos pregonan para así dejarse llevar por sus impulsos, sin tener en cuenta la vida de los demás; y la esperanza para todos en esa vida mejor que Dios nos ofrece. Los creyentes en Jesucristo estamos inmersos en un mundo, rodeados de dificultades, necesitados de la esperanza y el consuelo del Padre de la vida. Es el mismo Espíritu de Jesucristo el que nos envía el Padre Creador como Paráclito; consuelo, para fortalecernos en esa fe y en la fuerza del amor de Dios que requiere el ejercicio de la paz, la justicia, la misericordia… sin desanimarnos. Un Espíritu que pone de manifiesto la resurrección y que nos anima a seguir actuando en favor del bien común y de la vida de todos, sobre todo para consuelo de los pobres y los que sufren. Desde los límites y la oscuridad de la razón humana, hemos de ser capaces de abrirnos, con nuestra confianza puesta en Jesucristo Resucitado, al misterio de Dios y de la vida en Él por su amor infinito.                     

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