1ÂŞ lectura: Deuteronomio 4,32-34.39-40.
Salmo: 32 Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
2ÂŞ lectura: Romanos 8, 14-17.
Evangelio: Mateo 28,16-20.
Desde nuestros orĂgenes y a lo largo de nuestra historia como seres humanos, el misterio insondable de Dios se nos ha venido haciendo presente: por nuestra capacidad de reflexiĂłn, nuestra curiosidad, los interrogantes que nos surgen ante toda la naturaleza y la contemplaciĂłn del mundo que nos rodea; que hemos ido descubriendo y vamos resolviendo poco a poco; y sobre todo por la propia revelaciĂłn de ese Dios que viene actuando en la vida y en nosotros segĂşn las necesidades de las personas, de los pueblos y del desarrollo que la humanidad necesita  experimentar en su propia realidad existencial. Pero Dios continĂşa siendo un gran misterio para el ser humano.
Es, con la venida al mundo de JesĂşs Nazareno anunciada desde antiguo por los profetas, por sus palabras y obras, por su vida entregada en sacrificio por todos y por su resurrecciĂłn, cuando se nos revela y se nos manifiesta la dimensiĂłn amorosa de un Dios, Padre de infinita bondad y misericordia y del EspĂritu Santo, del que tambiĂ©n participa Jesucristo y a quien identificamos como verdadero Hijo Ăšnico de Dios.
La fe cristiana por lo tanto no se expresa Ăşnicamente en la creencia de la existencia de un Dios en soledad, omnipotente y trascendente, vengativo y castigador, alejado del ser humano y sus problemas, sino en las relaciones de comuniĂłn y de familia amorosa omnipresentes entre Dios Creador y Padre y la persona humana. Es en la verdadera comuniĂłn familiar donde se manifiestan y se realizan: la entrega absoluta, la misericordia, el perdĂłn y el verdadero amor. Es esa misma participaciĂłn del EspĂritu Santo en nuestra existencia humana lo que nos lleva a la verdadera vida y al amor; la que nos hace sentirnos tambiĂ©n hijos de Dios y herederos de la gloria de Jesucristo Resucitado a todos los efectos y la que nos da garantĂa tambiĂ©n de que el Dios Trinidad nos considera a nosotros como algo suyo. Es el EspĂritu Santo quien nos certifica nuestra libertad para actuar como hijos de Dios y nos capacita para hacer el bien incondicionalmente, venciendo y librándonos de nuestros egoĂsmos y de la opresiĂłn del mal, del pecado y de la muerte que esos egoĂsmos provocan.
Nuestra misiĂłn es abrirnos a esta actuaciĂłn del Dios Trinidad eternamente presente en nosotros para, que en el nombre del Padre y del Hijo y del EspĂritu Santo podamos derribar muros de odios, barreras de separaciĂłn y de divisiĂłn, creando una sola Comunidad Humana desde nuestra diversidad con un sĂłlo objetivo: la vida, la felicidad y el bien de todos. Todos han de conocer esta Buena Noticia, sobre todo los que menos se la esperan, para entender que Dios es un misterio de vida, comunicaciĂłn, comuniĂłn y amor del que todos estamos llamados a participar.