El demonio existe, Jesús lo ha derrotado
Comenzamos en estos días el tiempo de cuaresma. En el cristianismo, es un tiempo santo, que nos prepara a la Pascua. Tiempo santo, porque nos viene dado por Dios para nuestro bien. Tiempo de preparación a la gran fiesta anual de la pasión y muerte de Jesucristo, que culmina en la resurrección, de donde brota el don del Espíritu Santo. Son cuarenta días de preparación y cincuenta días de celebración. Se trata de una subida o escalada, que lleva consigo esfuerzo y ascesis, para remontarnos a una meseta de vida cristiana y experimentar el gozo de la nueva vida del Resucitado, que nos da el Espíritu Santo.
Entremos con esperanza en este tiempo santo, veamos con serenidad cuáles son los puntos flacos de nuestra vida cristiana para ejercitarnos en las virtudes y eliminar los vicios. Las pautas que nos señala la Iglesia son el ayuno, la oración y la limosna. Constituyen como un trípode permanente, que en este tiempo ha de intensificarse. Abriendo nuestro corazón a Dios (oración) nos capacitamos para el ayuno de nuestros vicios e incluso de tantas cosas buenas que nos entretienen y nos impiden crecer, y de esta manera nos capacitamos para ser más generosos con nuestros hermanos que sufren, que necesitan nuestra ayuda. Se da como una circularidad entre estos tres aspectos, y cada uno de ellos influye en los otros, van juntos.
El primer domingo de cuaresma es el domingo de las tentaciones de Jesús. Se retiró al desierto, llevado por el Espíritu Santo, para ser tentado, para ser puesto a prueba. La vida entera de Jesús y nuestra propia vida es una vida sometida continuamente a la prueba. No hemos de temer las pruebas y las tentaciones, las crisis de crecimiento y las pruebas que Dios va señalando en nuestra vida. Miremos a Jesucristo.
Jesús no necesitaba ser puesto a prueba, pero dejó que el enemigo lo tentara para poder derrotarlo y enseñarnos a nosotros cómo hemos de actuar en nuestra lucha contra Satanás. El demonio se acercó a Jesús en varias ocasiones, se le insinuó de varias maneras. Los evangelios sinópticos tipifican el momento de las tres tentaciones del desierto, al comienzo del ministerio público, pero hay además otros momentos, como cuando Pedro se resiste a ir por el camino de la Cruz o cuando Jesús experimenta la prueba definitiva en la oración del huerto.
El demonio es muy listo. Y nos tiene engañados haciéndonos creer que no existe, que no actúa, que es un mito. Y mientras tanto él está encizañando, tirando de nosotros hacia el mal, queriéndonos apartar de Dios continuamente. No seamos tontos. El demonio existe, el demonio trabaja, el demonio está continuamente haciendo su labor. El Papa Francisco nos lo recuerda continuamente y nos alerta para no dejarnos engañar.
En el programa de Jesús, un capítulo importante es su lucha frontal contra el demonio. Desde el comienzo de su ministerio, se retira cuarenta días para luchar contra él. Y lo vence por la oración y el ayuno, por la escucha de la Palabra, por el rechazo frontal sin admitir negociaciones. “Cuanto más tarde se decide el hombre a resistirle, tanto más débil se hace cada día, y el enemigo contra él más fuerte” (Kempis 13,5).
La Iglesia, en este camino cuaresmal, nos pone delante de los ojos ya desde el primer domingo de cuaresma que aquí tenemos un trabajo fundamental: la lucha contra Satanás. Si la vida es una lucha permanente, debemos saber quién es el enemigo para emplear los medios adecuados. De lo contrario, iremos de derrota en derrota. Nuestra lucha no es contra los poderes de este mundo, sino contra los espíritus del mal (Cf. Ef 6,12), nos recuerda san Pablo. El enemigo es más fuerte que nosotros. Sólo podremos vencerle con el poder de la gracia que viene de Dios, con la oración, el ayuno y la limosna. Manos a la obra, la cuaresma es tiempo de ejercicio, de lucha, de ascesis. Y no es una lucha en solitario, sino una lucha solidaria, con toda la Iglesia y en favor del mundo entero. La victoria está asegurada.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba