Citas: 1ª lectura: Hechos de los apóstoles 2,14.22-23.
Salmo: 15 Señor, me enseñarás el sendero de la vida. 2ª lectura: 1ª San Pedro 1, 17-21.
Evangelio: Lucas 24,13-35.
Únicamente pueden realizar sus actividades los seres que viven; los muertos no realizan actividad alguna. Vivir, por tanto, implica actuar tomando en serio nuestro compromiso en beneficio nuestro y de los demás. Para poder continuar existiendo hemos de seguir realizando nuestras actividades para el bien nuestro, de todos, y en favor de la vida en general; un compromiso que abarca todos los ámbitos: personal, familiar, social… respetando siempre la voluntad del Creador; el Dios del amor y de la vida.
La vida de Jesús, su pasión, la muerte a que lo sometieron, y su resurrección, nos revelan la verdadera libertad y dignidad del ser humano, y también los designios de Dios al crearnos. Por esa pasión, muerte y resurrección, entregándose y amando hasta el extremo a los demás, Jesucristo es el alfa y el omega del universo y restaura el valor de la vida de la humanidad entera.
Los cristianos, desde la fe en Jesucristo resucitado, hemos de saber proyectar esa luz de la Pascua, allí donde estemos y donde se desarrollen nuestras vidas, pues hay que llenarlas de ese amor y misericordia desde la fe y la esperanza en Dios. No podemos huir de la realidad humana en la que estamos inmersos; aunque hemos de saber que, a pesar de todo, en el fondo de nuestro ser, por muy deformado que este se encuentre, siempre está ardiendo la llama del espíritu del Dios de la vida y del amor, ya que fuimos creados a su imagen y semejanza; no podemos perder la esperanza de que estamos destinados a una vida feliz.
El ser humano necesita conocer el camino que lleva a la verdad y a esa vida en felicidad, y es Jesucristo quien nos lo ha señalado, desde su entrega total a los demás: «Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre si no es por mí»
Para el encuentro con el resucitado lo importante es que, como personas y discípulos suyos, no olvidemos recordarle, teniendo en cuenta sus enseñanzas ahondando en su mensaje y en su actuación. Para eso es necesario tener en cuenta todas esas escrituras que dan testimonio de él y alientan la esperanza de los hombres; tal como les ocurre a los discípulos de Emaús, que esperaban que Jesús los liberara del mal y de la muerte, vuelven decepcionados por su sacrificio, y lo reencuentran resucitado compartiendo la vida en el camino de vuelta, dándole las explicaciones de esas escrituras y partiendo con ellos el pan eucarístico.
Es desde la hospitalidad en comunidad compartiendo la vida y los bienes, desde la reflexión de la palabra de Dios y desde la participación en la Eucaristía, como nos volvemos a reencontrar con Jesucristo resucitado, no tenemos otra forma de hacerlo tal y con él mismo nos lo indica; y es él mismo quien nos busca y nos convoca, para continuar realizando su proyecto de Reino de Dios, de vida feliz y eterna.