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sábado, mayo 11, 2024

Jesucristo es la vid, nosotros los sarmientos…

Jesucristo es la vid, nosotros los sarmientos. Sólo podemos dar vida unidos a él.  

1ª lectura: Hechos de los Apóstoles 9,26-31.

Salmo: 21 El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.

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2ª lectura: 1ª carta de San Juan 3,18-24.

Evangelio: Juan 15,1-8.

 Resulta muy difícil poder entrar en comunión de vida con todos esos seres humanos que piensan diferentes a nosotros cuando, incluso desde su cultura, sus creencias y sus ideologías, se manifiestan abiertamente enemigos nuestros y perseguidores a muerte, para aceptarlos en nuestras comunidades y en nuestras familias. Pero, animados por el Espíritu Santo que nos transmite Jesucristo, deberíamos crear espacios de acogida y diálogo para una verdadera comunión de vida mutua que aceptara al otro en su situación real. Para ello es necesario un diálogo franco y abierto: de los pensamientos, de las creencias, de las palabras, y sobre todo de los gestos, delos hechos… desde las necesidades y desde la fragilidad común de la propia vida. 

Hoy, como siempre pasa, no es fácil aceptar: lo novedoso, lo sorprendente y lo inusitado que Jesús Nazareno trae a nuestras vidas como Palabra de Dios y Evangelio liberador.

La vocación apostólica de ayudar por amor a todos los demás desde la fe en el Dios de la vida y Padre amoroso,que Jesús nos revela, lleva consigo las marcas del Maestro: rechazo, persecución, muerte. El éxito ostentoso no es lo que caracteriza a los verdaderos testigos de Jesucristo, por eso, en un mundo hostil y agresivo, es necesario, más que nunca, mantener la necesidad de la encarnación de Dios en nosotros, desde la fuerza y la esperanza que nos dan su Espíritu Santo y desde la fe en Jesús Resucitado que vive entre nosotros. 

Es necesario traducir en realidades visibles; en acciones benéficas y obras de misericordia; la verdad que profesamos de Jesucristo, siendo así sus testigos más convincentes. Nuestra falta de coherencia entre nuestra fe y nuestra vida es la causa del ateísmo práctico tan extendido en nuestra sociedad. Nuestra propia conciencia debe de ser la causa de sentirnos o no condenados por eseDios nuestro que verdaderamente ama al género humano con amor de Padre, por lo que es necesario también expresar nuestra fe en Jesucristo desde el verdadero amor fraterno comprometido con los demás y sobre todo con losmás necesitados.

Sabemos que nuestra celebración Pascual se ajusta a la voluntad de Dios en que acogemos, escuchamos y compartimos la vida y los dones con los demás desde el servicio, sin pedir nada a cambio. Es el propio Jesucristoquien se ocupa de nosotros para darnos la verdadera vida,esa vida que al igual que sarmientos suyos, hemos de transmitir a los demás. Sólo podemos dar buenos frutos desde su misericordia y su amor. Únicamente podemos entender el don de vida de Dios desde la Resurrección de Jesucristo; como esa fuerza que desde su Espíritu se nos transmite para la misión encomendada por él de hacer todo el bien posible a los demás desde el amor mutuo, formando todos un único ente vivo en comunión con Dios. Únicamente permaneciendo unidos a Jesús Nazareno y haciendo que sus palabras permanezcan en nosotros tendremos verdadera vida y se hace fecundo el servicio al otro en todos los niveles: familiar, social, laboral… es decir, en donde se desarrolla nuestra existencia.     

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