Opinión

El camino a seguir para ser bienaventurados; buscar el bien confiando en Dios


1ª lectura: Jeremías 17,5-8.  

Salmo: 1 Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.     

2ª lectura: 1ª Corintios 15,12.16-20. 

Evangelio: Lucas 6,17.20-26.  

La escuela de la vida nos va enseñando, poco a poco a cada persona, lo que somos realmente, cual debe de ser nuestra misión y cual, nuestra responsabilidad personal para poderla llevar a cabo durante nuestro caminar por este mundo. Poner nuestra confianza en egoísmos e intereses propios o peor aún, en los de aquellos que,  creyéndose poderosos, nos manipulan desde sus mentiras, pretendiendo crear imperios progresistas a cambio del sacrificio, la vida y los derechos de los demás, sin atender a las necesidades de todos; es un gran desafío para la moral, para la vida en general y sobre todo para la vida humana. Si queremos mejorar la vida de todos, primeramente hemos de aprender a respetarla en todos sus aspectos. Hemos de remar todos en el mismo sentido; no podemos, desde la mentira, el poder y la violencia, andar provocando odios, confrontación y guerras entre nosotros para beneficio propio, un beneficio efímero que, a fin de cuentas, no nos dará la paz ni la felicidad que anhelamos.  

Si no tenemos la confianza y la esperanza puestas en el amor del Dios de la vida; si no entendemos las palabras y obras de Jesús Nazareno; por qué fue su sacrificio en la cruz. Si dudamos de su resurrección y de la entrega de su Espíritu a sus seguidores; difícilmente podamos comprender que hemos de amar de verdad a los demás, y menos aún sacrificarnos por ellos a pesar de considerarlos enemigos. Desde nuestro individualismo liberal; nuestros egoísmos, odios y mentiras, estamos imposibilitados para mejorar la vida a los que realmente lo necesitan; actuaremos siempre guiados por nuestro progreso y crecimiento personal a costa de lo que sea, sin prejuicios ni moralidad y seguramente al final acabaremos padeciendo también esa falta de humanidad.  

Jesucristo ha venido para que tengamos vida en abundancia; para resucitarnos moralmente por el poder del Dios de la vida; para que su fuerza transformadora reine en este mundo y cambiemos las tornas, con el fin de alcanzar un futuro mejor para todos y una vida eterna en Dios. Algo por lo que también muchos han entregado toda su vida. Para que los más necesitados, los empobrecidos, los marginados, los que sufren los abusos del poder y de la riqueza; perseguidos, maltratados, calumniados, sacrificados por las guerras… se puedan liberar del mal; ellos son los que Dios tiene como favoritos desde su justicia. Somos los seguidores de Cristo los que podemos hacerlos y hacernos  bienaventurados; desde nuestra compasión, nuestra entrega, nuestra ayuda y nuestro amor.    

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