XXIX Domingo del Tiempo Ordinario. Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā Ā
La importancia de perseverar en la oraciĆ³n a Dios como Padre. Citas: 1ĀŖ lectura: Ćxodo 17,8-13. Ā
Salmo: 120 Nuestro auxilio es el nombre del SeƱor, que hizo el cielo y la tierra. 2ĀŖ lectura: 2ĀŖ Timoteo 3,14-4,2. Evangelio: Lucas 18,1-8. Ā
Desde el comienzo de nuestra historia hay males y sufrimientos que aguardan una respuesta y por ello pensamos que a Dios no le conmueven nuestras sĆŗplicas. Nos parece que ni escucha ni responde, lo que lleva a mĆ”s de uno al desengaƱo o la incredulidad. El cristianismo sin embargo, proclama la victoria del amor de Dios encarnado en Jesucristo, mientras millones de seres humanos experimentan los abusos de sus hermanos y el silencio de ese Dios. Pero la parcialidad de la justicia de Dios en favor de los mĆ”s dĆ©biles conviene recordarla, aunque escandalice nuestros oĆdos aburguesados.
SerĆa una equivocaciĆ³n pensar que nuestra oraciĆ³n sĆ³lo es eficaz cuando conseguimos lo que hemos pedido a Dios. Los objetivos que nos marcamos no se consiguen sin empeƱo y esfuerzo, y desde luego, si son en beneficio de todos, ni con violencia, ni con la fuerza de las armas y las guerras. La victoria final va a depender de nuestros hechos y de la confianza en el bien que viene de ese Dios. Las escrituras bĆblicas nos pueden ayudar, entendiĆ©ndolas como experiencias religiosas personales o comunitarias que se han ido inspirando desde el espĆritu del bien de ese Dios que ha actuado a lo largo de la historia para nuestra liberaciĆ³n del mal y del egoĆsmo, y el logro de la justicia, la paz, la felicidad y la salvaciĆ³n de la humanidad. Toda esa Palabra de Dios, inspirada a los profetas (Antiguo Testamento) o pronunciada por Jesucristo (Evangelio) contiene la sabidurĆa necesaria para orientar adecuadamente la existencia del ser humano. Una Palabra Ćŗtil para crecer en la fe y en los valores cristianos del Reino de Dios; para exhortar, proclamar, denunciar, corregir… nuestro proceder. Para crecer desde nuestro interior segĆŗn la reflexiĆ³n de esa Palabra de Dios, desde la oraciĆ³n y la comunicaciĆ³n con ese Dios Padre, segĆŗn las vivencias que nos revela Jesucristo, frutos del amor y de la confianza. Jesucristo insta a sus discĆpulos y a nosotros con esta parĆ”bola del Evangelio a ser perseverantes en esa oraciĆ³n, desde la experiencia profunda de Dios como Padre y desde la gratitud por los dones que recibimos de Ćl. Es la fe la que prepara ese caminar personal del ser humano con el Dios de la vida para experimentar la realidad de su bondad, su poder bienhechor, la esperanza y la certeza del encuentro con Ćl y sobre todo la experiencia de su amor al ser humano que se traduce en nuestra misericordia y caridad hacia los demĆ”s. El que aprende a dialogar con Dios y a invocarlo sin desanimarse, va descubriendo la verdadera eficacia de la oraciĆ³n dejĆ”ndose guiar por el EspĆritu Santo que nos hace hijos adoptivos de Dios, no esclavos, para dar testimonio de ese Dios y nos ayuda a vencer nuestras incertidumbres, miedos y flaquezas disponiĆ©ndonos para la acciĆ³n y la entrega, para el servicio a los demĆ”s con todos los dones recibidos. La eficacia de la oraciĆ³n radica en que nos hace mĆ”s creyentes, mĆ”s humanos, nos abre los oĆdos y el corazĆ³n para escuchar con mĆ”s sinceridad a Dios para limpiar nuestros criterios y nuestra conducta de todo lo que nos impide ser hermanos alentĆ”ndonos a vivir nuestra esperanza, fortaleciendo nuestra debilidad, aliviando nuestro cansancio.