En estas fechas cercanas a la Navidad, en las que, una vez más, EXCLUSIVAMENTE, en las redes sociales,se está estableciendo un debate sobre la posibilidad de cambiar el nombre del centenario Colegio Pemán, un servidor -antiguo alumno del centro, hijo de un antiguo maestro y director del centro, hermano de dos exalumnos del centro, padre de una exalumna del centro, padre de un alumno del centro y actual maestro y director del centro –, para abstraerse un poco de la polémica generada, se ha retrotraído a su más tierna infancia y un nostálgico recuerdo le ha revitalizado el ánimo: El Coro de Pemán.
Eran los años setenta de la pasada centuria, cuando una maestra malagueña, la señorita Mari Julia Peláez, paisana del mismísimo Juan Breva, comenzó una aventura en Pemán que marcó la sensibilidad musical de centenares de niños y niñas, hoy en día adultos desparramados, a buen seguro, por todas las geografías, cada uno embarcado en su día a día. Con su pedagogía, bondad y sapiencia musical, la señorita Mari Julia consiguió crear y consolidar un coro que, en nuestro pueblo y comarca durante más de dos décadas, se convirtió, sin pretenderlo,en un referente increíble en el ámbito del villancico infantil. Somos muchos a los que, llegadas estas fechas, aún se nos emociona el alma al recordar las melodías y sones de Los caminos se hicieron, Arriba la flor de romero, Pastorcitos o Venid gitanos, villancicos todos ellos, a pesar de su praxis interpretativa con voces blancas y desde el recurso de la polifonía, de clarísimo aire flamenco, alguno procedente, incluso, del mismísimo Jerez de la Frontera. Canciones navideñas que revolucionaron y enriquecieron el acervo musical villancístico del Puente Genil de los años ochenta, constituyendo el caldo de cultivo –musical y humano- necesario para la posterior aparición del Coro Virgen del Amor que tanta gloria musical ha aportado a la Navidad pontana. Recuerdo aquellas inolvidables jornadas otoñales, aromatizas por el dulce del membrillo de la fábrica colindante, por las tardes y durante los fines de semana, preparando en el Cole Pemán con la señorita Mari Julia nuestra participación en los concursos provinciales y regionales, de los que, todo hay que decirlo, casi siempre nos traíamos el primer premio. Jornadas que constituyeron todo un modelo de natural convivencia educativa, cultural y humana entre maestros y alumnos que no tienen nada que ver con las actuales, obligadas y burocratizadas actividades extraescolares. Jornadas ampliadas con la asistencia a las actuaciones en los concursos de diferentes capitales de provincia y a las excursiones primaverales con las que nos recompensaban.
Vivimos, en nuestro país, tiempos convulsos, muy confusos y, claramente, prostituidos por un mal entendido, y peor ejercido, juego democrático, en el que unos y otros –no se salva nadie-, por sus egoístas, expresadas sin pudor alguno,motivaciones y muy discutibles actuaciones nos quieren imponer,torticeramente, maneras de pensar y actuar alejadas de las auténticas necesidades y prioridades de los ciudadanos. Prioridades que pasan porque nos dejen, de una vez, trabajar (o no trabajar), estudiar, sentir, descansar, afrontar problemas, escribir o disfrutar, en definitiva, VIVIR en paz. No obstante, a pesar de los pesares, no todo está perdido. Con oasis emocionales, aunque alejados en el tiempo, como el recuerdo del Coro de Peman aún es posible creer en la bondad humana. Los nobles sentimientos y valores (sociabilidad, cultura, trabajo en equipo…) que en su día proyectó el Coro de Pemán van más allá de leyes, que indudablemente hay que respetar y acatar, y complejos mal incrustados y peor digeridos. Sentimientos y valores asociados, desde el punto de vista emocional, a un nombre muy claro: el de Pemán. Un recuerdo, para centenares de pontanos y pontanas, que, pase lo que pase, jamás se irá.
SALUDOS FLAMENCOS (https://saludosflamencos.blogspot.com/)