Antonio Fernández Díaz, Fosforito, la Llave del Cante volvió a arropar a los artistas que el pasado 14 de agosto participaron de la 54 edición del Festival que lleva su nombre. Y resistió a los 88 años, como un cabal que es, escuchó con atención e insufló ánimo ante unas circunstancias agridulces por la crisis sanitaria.
Fosforito intervino breve pero rotundo y se centró en los suyo, el cante y los cantaores con el siguiente discurso que compartió con Puente Genil OK :
“El cantaor es heredero de los sones que nos han ido dejando todos los creadores e intérpretes a lo largo de la historia honda de Andalucía, de los que se ha ido nutriendo la cultura sonora de nuestra tierra. El cantaor aprieta los puños con fuerza en el remate de un cante porque trata de retener el alma que se le escapa, porque el cante es una forma extrema de expresión de los sentimientos. Cantar con dolor a quien nos escucha, con quien establecemos una correlación afectiva, y ese sentimiento con el auditorio provoca que nos encontremos a gusto; esto hace florecer la sensibilidad y que todo suene bien. Para cantar, independientemente del color de la voz, tesitura o fuerza que se tenga, hay que nacer con la predisposición para el aprendizaje, el sentido rítmico de la estética y una especial sensibilidad para entrar en el espíritu de cada cante, para que duelan el corazón y las entrañas. Lo hondo no se explica si no es expresándolo con el sentimiento más profundo del alma. Los cantes los crea quien está impregnado de la herencia sonora de nuestra Andalucía y, cuando se han hecho mil caminos y con ese cúmulo de vivencias se ha desarrollado una memoria, los cantes hay que recrearlos cada día en razón de cómo estas de voz y fuerza y de esa sensibilidad especial, y atemperarlos a tu ritmo interior de cada día para expresarlos como a ti te gustan, sentirte y compartir unos sones con quien te escucha. La grandeza de lo hondo está en la fuerza y sabiduría de cada cantaor.
El cantaor hondo lo es con la riqueza de su voz, con la capacidad de transmitir los sentimientos más elementales de un pueblo que tiene su música, sus cantes con su propio olor y su desamparo, creando una cultura profunda, sensible y llena de poesía y de fidelidad a la memoria que hace florecer las emociones y que hace imposible el olvido de nuestras raíces. El cantaor hondo no solo canta, sino que llora a compás, vive en la emoción porque no solo es cantar correctamente, sino mirarse dentro y dejar que hablen las entrañas”.