Cada año, según se acerca el 31 de octubre, ciudades de todo el mundo se tiñen de calaveras, telarañas y calabazas que decoran cada rincón al ritmo de malévolas risas y espeluznantes gritos: se acerca la noche de Halloween. Año tras año, estas tradiciones se mezclan en las culturas de los países occidentales en los últimos días del mes de octubre y principios de noviembre. La globalización que ha traído consigo el siglo XXI ha mezclado los buñuelos con los caramelos, las calabazas o el pan de muerto. Frente a esta celebración importada, la Hermandad de la Santa Cruz de Puente Genil ha puesto en valor la tradición de la festividad de Todos los Santos en la cristiandad. Cuyo origen más remoto se encuentra en Antioquía (Turquía), en el domingo antes de las fiestas de Pentecostés, cuando la Iglesia decretó un día en común para honrar a todos los mártires. Frecuentemente, los mártires morían en grupo, lo que llevó a nombrar un día como celebración común, sobre todo tras la llamada Gran Persecución, la última y quizá la más sangrienta persecución a los cristianos por el Imperio romano.
Así ayer, 7 de noviembre organizaron actividades durante todo el día para los niños, sobre todo. Pusieron en marcha un concurso de gachas, realizaron una pancarta de los Santos.
Crearon un taller de farolillos con el que los niños acompañaron el pasacalles musical de la Agrupación Nuestro Padre Jesús de los Afligidos por el centro de la ciudad.
