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domingo, abril 28, 2024

Actuar desde la prudencia y según la sabiduría de Dios

Actuar desde la prudencia y según la sabiduría de Dios.

Citas: 1ª lectura: Sabiduría 6,12-16.  Salmo: 62 Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.     

2ª lectura: 1ª Tesalonicenses 4,13-18.Evangelio: Mateo 25,1-13.

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Somos maestros en hacer toda clase de previsiones para el futuro. Nos preocupamos de asegurar nuestro nivel de vida, nuestra salud y nuestra vejez, pero no dejamos de ser unos insensatos si no reconocemos que todas esas seguridades fabricadas por nosotros mismos y dependientes de los demás no nos sirven de mucho.

La Sabiduría es la esencia de la verdad, de lo bueno, de lo ético, de lo importante y bello de la vida. Sin ella no sabemos cómo actuar ante la realidad presente ni cómo interpretar los acontecimientos históricos para manejar nuestra propia existencia. No es cuestión de aprender y conocer muchas cosas sino de descubrir en cada momento la dimensión más profunda de la propia naturaleza que nos rodea y de nosotros mismos; de nuestras vidas y de lo que las hace posibles. Es muy importante pensar correctamente y acertadamente para actuar y tomar libremente las decisiones que favorezcan la vida y el bienestar de todos, desde la justicia, la paz, la igualdad, la misericordia, la fraternidad…

Es en el Dios autor de la vida y de la existencia donde reside toda esa sabiduría; un Dios que sale a nuestro encuentro desde el interior de nuestra conciencia y desde donde el ser humano debe de encontrar su propio origen y su fin último. Hemos de aprender a descubrir y aspirar por aquello que realmente importa y es trascendente, lo que siempre permanece porque no muere; desde esa sabiduría que viene de Dios, que desde su Espíritu se nos transmite como don suyo y que actúa en nuestro propio beneficio, nuestra propia existencia y nuestra felicidad.

Todas las personas estamos invitadas a este proyecto de vida eterna que tiene su clave en las palabras, las obras, el sacrificio en la cruz y el misterio de la resurrección de Jesucristo; desde la esperanza que se apoya en la sabiduría y en el poder del Dios de la vida que ha compartido con nosotros la experiencia de que la muerte no es el final para quienes viven aquí haciendo todo el bien posible para la existencia dichosa de los demás.

La entrada a esa fiesta de amor y de bodas que es el Reino de Dios, sólo puede ser posible para los que permanecen atentos y disponibles, con la llama de la misericordia y de la entrega constante a los demás encendida permanentemente, sin distinciones, según los designios del creador de la vida. Esta es la actitud de sensatez que según Jesucristo cada uno de nosotros debe de mantener en todo momento ante los imprevistos de nuestra existencia, con astucia y perseverancia ante el mal y ante lo oscuro de la muerte. Una espera vigilante y constante para hacer la voluntad del Creador. Esta es la esperanza evangélica cristiana en la propia vida y en la acción de Dios, lo que nos convierte en seres con una posesión de vida nueva, dichosa y gloriosa porque participamos de la vida de Dios, frente a las tentaciones, las dificultades, las flaquezas y las sombras de muerte que experimentamos aquí.                

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