1ª lectura: Malaquías 3,1-4.
Salmo: 23 El Señor, Dios del universo, Él es el Rey de la gloria.
2ª lectura: Hebreos 2,14-18.
Evangelio: Lucas 2,22-40.
La humanidad entera, y especialmente los que más sufren, no estamos desamparados, a pesar de nuestra fragilidad, de nuestros miedos al mal, a la enfermedad, al dolor y a la muerte. Nuestra esperanza radica en creer firmemente que la misericordia y la justicia de Dios se cumplirán en ese proyecto salvador que trae Jesús Nazareno para todos, como mensajero que nos prepara convenientemente. Esta es la manera que el Dios de la vida tiene para dar una respuesta adecuada a los interrogantes y a los miedos que desde su creación tiene el ser humano. Pero todas las personas, para acceder a esa presencia ante Dios confiada y esperanzada, tanto en nuestra vida como en nuestro culto y creencias, necesitamos purificarnos en el Espíritu; renunciar a nuestro liberalismo individualista y egoísta, ofreciéndonos a Dios y a sus planes. Todo ser humano tiene en su existencia una misión; una responsabilidad personal para consigo mismo, para con los demás y para con el Dios de la vida. Como seguidores de Jesús Nazareno, todos podemos ser mensajeros de Dios en este mundo, pero para ello hemos de poner coherencia entre nuestra fe y culto a Dios y la respuesta que en nuestra vida hemos de dar a los problemas existenciales de todos. Jesucristo es nuestro punto de referencia para seguir caminando hacia la verdadera humanización y hacia la gloria y la vida eterna en Dios.
La actuación salvadora de Dios entra en esta historia nuestra a través de la aceptación de su palabra expresada en el cumplimiento de su ley y de su voluntad. Es el Espíritu Santo quien nos ayuda, nos ilumina y nos fortalece para realizar ese cumplimiento; tal y como lo hacen María y José con Jesús para cumplir con la ley ofreciéndoselo a Dios.
Es en la realización de nuestra misión personal; controvertida, discriminada, no entendida por los que se creen poderosos y mejores que los demás ni por todos los que piensan que esa tarea les puede afectar negativamente a sus planes individualistas y egoístas; una misión encomendada por el Espíritu Santo y ofrecida a Dios, lo que nos lleva al amor y a la entrega a los demás, al sacrificio por el bien de todos, y a nuestra liberación salvadora y resucitadora.