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martes, mayo 14, 2024

Actuar desde la prudencia y segĂșn la sabidurĂ­a de Dios

Actuar desde la prudencia y segĂșn la sabidurĂ­a de Dios.

Citas: 1ÂȘ lectura: SabidurĂ­a 6,12-16.  Salmo: 62 Mi alma estĂĄ sedienta de ti, Señor, Dios mĂ­o.     

2ÂȘ lectura: 1ÂȘ Tesalonicenses 4,13-18.Evangelio: Mateo 25,1-13.

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Somos maestros en hacer toda clase de previsiones para el futuro. Nos preocupamos de asegurar nuestro nivel de vida, nuestra salud y nuestra vejez, pero no dejamos de ser unos insensatos si no reconocemos que todas esas seguridades fabricadas por nosotros mismos y dependientes de los demĂĄs no nos sirven de mucho.

La SabidurĂ­a es la esencia de la verdad, de lo bueno, de lo Ă©tico, de lo importante y bello de la vida. Sin ella no sabemos cĂłmo actuar ante la realidad presente ni cĂłmo interpretar los acontecimientos histĂłricos para manejar nuestra propia existencia. No es cuestiĂłn de aprender y conocer muchas cosas sino de descubrir en cada momento la dimensiĂłn mĂĄs profunda de la propia naturaleza que nos rodea y de nosotros mismos; de nuestras vidas y de lo que las hace posibles. Es muy importante pensar correctamente y acertadamente para actuar y tomar libremente las decisiones que favorezcan la vida y el bienestar de todos, desde la justicia, la paz, la igualdad, la misericordia, la fraternidad…

Es en el Dios autor de la vida y de la existencia donde reside toda esa sabidurĂ­a; un Dios que sale a nuestro encuentro desde el interior de nuestra conciencia y desde donde el ser humano debe de encontrar su propio origen y su fin Ășltimo. Hemos de aprender a descubrir y aspirar por aquello que realmente importa y es trascendente, lo que siempre permanece porque no muere; desde esa sabidurĂ­a que viene de Dios, que desde su EspĂ­ritu se nos transmite como don suyo y que actĂșa en nuestro propio beneficio, nuestra propia existencia y nuestra felicidad.

Todas las personas estamos invitadas a este proyecto de vida eterna que tiene su clave en las palabras, las obras, el sacrificio en la cruz y el misterio de la resurrecciĂłn de Jesucristo; desde la esperanza que se apoya en la sabidurĂ­a y en el poder del Dios de la vida que ha compartido con nosotros la experiencia de que la muerte no es el final para quienes viven aquĂ­ haciendo todo el bien posible para la existencia dichosa de los demĂĄs.

La entrada a esa fiesta de amor y de bodas que es el Reino de Dios, sĂłlo puede ser posible para los que permanecen atentos y disponibles, con la llama de la misericordia y de la entrega constante a los demĂĄs encendida permanentemente, sin distinciones, segĂșn los designios del creador de la vida. Esta es la actitud de sensatez que segĂșn Jesucristo cada uno de nosotros debe de mantener en todo momento ante los imprevistos de nuestra existencia, con astucia y perseverancia ante el mal y ante lo oscuro de la muerte. Una espera vigilante y constante para hacer la voluntad del Creador. Esta es la esperanza evangĂ©lica cristiana en la propia vida y en la acciĂłn de Dios, lo que nos convierte en seres con una posesiĂłn de vida nueva, dichosa y gloriosa porque participamos de la vida de Dios, frente a las tentaciones, las dificultades, las flaquezas y las sombras de muerte que experimentamos aquĂ­.                

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