En la cita semanal que el Obispo de Córdoba, Demetrio Fernández hace llegar a PUENTE GENIL OK recogemos este escrito, previo al domingo de adviento.
El Año litĂşrgico termina con este domingo. El prĂłximo domingo comienza el adviento, que nos prepara a la Navidad y a la venida del Señor. Y por ser el Ăşltimo domingo es la solemnidad de Jesucristo Rey del universo. El evangelio de san Lucas nos presenta esa escena de la pasiĂłn en la que se produce un diálogo entre los dos ladrones, y uno de ellos se dirige suplicante a JesĂşs: “JesĂşs, acuĂ©rdate de mĂ, cuando llegues a tu reino”. Se trata de un sĂşplica llena de humildad, de confianza. Una escena que suscita ternura. Y la respuesta de JesĂşs suscita paz en el corazĂłn de todos los que leemos esta palabra: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraĂso”.
JesĂşs ocultĂł su condiciĂłn regia a lo largo de toda su vida pĂşblica. Hubiera sembrado confusiĂłn en los que le seguĂan por motivos temporales, o incluso polĂticos. Cuando quisieron proclamarlo rey, despuĂ©s de la multiplicaciĂłn de los panes, Ă©l se escabullĂł y apareciĂł al dĂa siguiente dando explicaciones: “Me buscáis no porque habĂ©is visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros” (Jn 6,26). Hay a lo largo de todo el evangelio como una especie de “secreto mesiánico”, que JesĂşs va desvelando progresivamente para no sembrar ambigĂĽedad.
SĂłlo cuando llegamos a la entrada en JerusalĂ©n, JesĂşs se deja aclamar como rey abiertamente, y asĂ a lo largo de toda la pasiĂłn. Es condenado por proclamarse “Rey de los judĂos” y asĂ reza en el tĂtulo de la cruz: JesĂşs Nazareno, el rey de los judĂos. Por eso, el buen ladrĂłn que quizá no lo habrĂa conocido antes, al oĂr o saber que su compañero JesĂşs está en el mismo suplicio que Ă©l, siendo el rey de los judĂos, con una visiĂłn de fe apela a la misericordia de Dios, pidiĂ©ndole a JesĂşs que lo lleve a su reino. Bonita peticiĂłn en el Ăşltimo minuto de su vida, y más preciosa aĂşn la respuesta de JesĂşs, prometiĂ©ndole el paraĂso en esa situaciĂłn lĂmite.
Por tanto, la consideraciĂłn de Jesucristo como rey no es algo de Ă©pocas ya superadas, sino que se remonta hasta la misma conciencia de JesĂşs. Él fue tratado como tal y Ă©l tenĂa conciencia de ello cuando le preguntan: “Entonces, ÂżtĂş eres rey?” Y responde: “TĂş lo dices, soy rey” (Jn 18,37). Inspirados en las mismas palabras de JesĂşs, la Iglesia proclama a Jesucristo rey del universo, no solo por su condiciĂłn divina, sino tambiĂ©n en su condiciĂłn humana. Porque con su muerte y resurrecciĂłn ha sometido los poderes de este mundo a su reinado de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Ha vencido la muerte y ha vencido a Satanás.
El reino de Dios se ha hecho presente en la persona de Jesús, Hijo de Dios hecho hombre. Asà lo pedimos en el Padrenuestro: “Venga a nosotros tu reino”. Pero no es un reino al estilo de los reinos de este mundo, sino un reino de amor, que se instaura en los corazones y llega a todos los aspectos de la vida, también a los aspectos sociales de la convivencia humana, a la sociedad en la que vivimos. Corremos el riesgo, como los contemporáneos de Jesús, de malinterpretar su reino, de hacer un reinado temporal según nuestras propias opciones. Sin embargo, el reino de Jesús y su reinado piden de nosotros una conversión permanente para hacernos como él. Sólo cuando cambia nuestro corazón, podemos ser factores de cambio en nuestro entorno.
Y el cambio que se nos pide es el de un corazĂłn nuevo, sensible al amor de Dios y sensible a las necesidades de nuestros hermanos. Un corazĂłn capaz de amar siempre, capaz de dar la vida en el servicio a Dios y a los hermanos. Que Jesucristo, Rey del universo, reine en nuestros corazones y venga a nosotros su reino, porque colaboramos con Ă©l en la implantaciĂłn de la verdad, de la justicia y de la paz.
Recibid mi afecto y mi bendiciĂłn:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba