LUCES
Dejad las luces encendidas, que se sepa que hay vida en la casa, que regresamos pronto, que estamos en pie.
Dejad encendida la lumbre, que sus chasquidos adornen el silencio, que su caricia ámbar mantenga caldeadas las paredes del hogar, que el perímetro de sombra quede lejos, que es la sombra la coartada del desaliento y del truhan.
Dejad crepitar las lamparillas, que ascienda al cielo en leves giros su vaho multicolor de quimeras infantiles, que los niños tienen, mirad bien, sus sueños intactos, salvaguardémoslos.
Dejad arder la cera, por tantos, por todos, sea homenaje a quien partió dejando por sorpresa su lugar libre en la mesa, y reconocimiento a quien sabe que ha de volver a salir a batallar y aún queda lo más duro, a quien mira sonriendo a sus hijos en casa, sin nada en la alcancía, quitando hierro al asunto, y anima a quien ama disimulando desvelos, porque no te daña quien te quiere y sabemos que este bicho no nos quiere, y todo ese veneno se ha de contrarrestar.
Benditos quienes sonríen y alientan a los otros cada día, por dura que sea la lucha, esos dispensadores de esperanza sostén del mundo. Por eso en este trance se agigantan los mejores, que son quienes nos cuidan y son quienes se cuidan, porque la briega y hasta las pérdidas no han acabado todavía, pero es inasumible la rendición.
Dejad brillar las luces, que sean memoria, que sean plegaria, que sean recuerdo y sean promesa, que sean punto de fuga en la gruta de la noche de este invierno duro, tan duro, que ha de pasar, que su cúpula de acuarelas erguida incólume sea señal y sea consigna de resistencia serena y firme ante esta salvaje dentellada de un monstruo microscópico y cobarde que decidió atacar a traición en un recodo del camino. Porque esto también pasará, como todo en la vida, y vamos a salir de esta.
Dejad encendida la lumbre, que no imponga su reinado el frío, que se sepa que hay vida en la casa.
ERNESTO CÁCERES MOLINA
25/11/2020
