Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va…Este puede ser el sentimiento que estremece tras el fallecimiento hace escasas dos semanas de un gran amante del acervo popular andaluz y de las sevillanas. José María Fernández Romero se fue, sin dar tiempo a una despedida, sin hacer ruido… sin intuirlo, sin esperarlo, sin sospecharlo…
El pasado 24 de diciembre, cuando su corazón cristiano esperaba el nacimiento del Niño Dios dejó su paso terrenal, provocando una estela de desasosiego y dolor. Dejando helado el corazón de su luz, su guía, el de su mujer (Antoñi Luque) e hija (Rocío) y con una profunda tristeza a sus familiares y amigos. Pero también dejó con pesadumbre a cuantos le conocieron a lo largo de su vida.
Cabe destacar en este artículo, a título póstumo, la dedicación durante 40 años a la Organización Nacional de Ciegos, (ONCE) de la que fue director en estas cuatro décadas.
En su faceta personal se le conocía por la gran afición a la música, de hecho disponía de una gran discografía de sevillanas de la que dio muestras en un espacio radiofónico durante varios años.
Cristiano convencido era hermano de las Cofradías de Pasión del Lavatorio de los Pies y de la Santa Cena y la Virgen del Amor. Y estaba especialmente unido a la hermandad de los Desamparados de la que fue Hermano Mayor en 2017.
José María, estudió en el IES Manuel Reina y posteriormente en el colegio Inmaculada Concepción de Madrid, desde donde volvió a su Puente Genil natal al que admiraba, como a sus costumbres y tradiciones.
«Cuando un ser amado se convierte en recuerdo, tu memoria se convierte en tu más preciado tesoro«. D.E.P.