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miércoles, febrero 12, 2025

Dios es el Ășnico pastor fiable

1ÂȘ lectura: JeremĂ­as 23,1-6. Salmo: 22 El Señor es mi pastor, nada me falta.   

2ÂȘ lectura: Efesios 2,13-18. Evangelio: Marcos 6,30-34.

Si analizamos nuestra existencia humana podremos observar cĂłmo cada persona estĂĄ muy ocupada con sus cosas cotidianas: su subsistencia, su trabajo, su familia, su poder adquisitivo, sus bienes, su salud, sus ocios y descansos… pero cada uno en su pequeña parcela limitada. Vivimos agobiados por muchos acontecimientos negativos de cada dĂ­a que no nos gustan por ser contrarios a la propia vida nuestra y la de aquellos a quienes queremos, acontecimientos de los que intentamos huir o al menos salir ilesos si se producen, pero sin saber cĂłmo; observando los ataques que otros sufren en su vida y en su dignidad, desde la injusticia, la mentira, el mal, el egoĂ­smo, el incumplimiento de los derechos humanos… pero sin atrevernos a complicarnos la vida ni hacer nada, inmovilizados por nuestros miedos e inseguridades; como las ovejas sin pastor cuando ven venir al lobo. TambiĂ©n vemos como otros semejantes se erigen a sĂ­ mismos en nuestros supuestos salvadores; pastores falsos, manipuladores de los rebaños, que van Ășnicamente a sus intereses personales, cuando no creando conflictos, confrontaciones y odios, que terminan en guerras crueles, en destrucciĂłn, dolor y  muerte.

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QuizĂĄ, el descanso veraniego nos venga bien para retirarnos a meditar desde la llamada de Jesucristo de: «venid, vamos a un lugar tranquilo a descansar»; o mejor de: «Venid a mĂ­ los que estĂĄis cansados y agobiados que yo os aliviaré» y asĂ­ reflexionar sobre nuestra misiĂłn encomendada por Ă©l, como discĂ­pulos suyos. ÂżQuĂ© es lo que tenemos y debemos hacer? ÂżPara quĂ© hemos nacido y estamos aquĂ­? ÂżCuĂĄl es nuestra misiĂłn en la vida? 

Hemos de aprender a considerar que es el mismo Dios de la vida quien interviene en medio nuestro valiĂ©ndose de JesĂșs Nazareno; el Buen Pastor; que con sus palabras y obras, trae al mundo la verdadera justicia, el derecho y la paz, para todos sin excepciĂłn; es decir, la verdadera salvaciĂłn que sĂłlo se puede fundamentar en la misericordia y en el verdadero amor.

QuizĂĄs, para alcanzar la paz en el mundo lo mĂĄs importante debiera ser comenzar por alcanzar primero la nuestra; esa que surge desde nuestro interior por el acercamiento y la reconciliaciĂłn con el Dios de la vida y con su proyecto para todos nosotros, entendiendo que hemos de ser sus colaboradores. Una paz don del mismo Jesucristo por su misericordia y entrega total y amorosa al gĂ©nero humano, que nos anima a actuar como un Ășnico rebaño para conducirnos con seguridad por los oscuros caminos de la propia existencia. DebiĂ©ramos saber escuchar e interpretar, desde nuestro interior, la voz del Ășnico Buen Pastor, aprendiendo a discernir entre las voces, consejos y mandatos de todos los demĂĄs falsos pastores.            

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