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jueves, abril 25, 2024

«No es posible servir a Dios y al dinero»

18/09/2022: XXV Domingo del Tiempo Ordinario.          

No es posible servir a Dios y al dinero.    

Citas:

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1ª lectura: Amós 8,4-7.  

Salmo: 112 Alabad al Señor, que alza al pobre.    

2ª lectura: 1ª Timoteo 2,1-8.

Evangelio: Lucas 16,1-13.  

Comentario: La Religión y la Fe deben de estar inmersas en nuestra vida cotidiana y nos han de servir como planteamiento ético de actuación. La prosperidad económica de los pueblos o las naciones, no implica necesariamente un progreso ético y moral ni una vida justa e igualitaria para todos. El lujo y la riqueza de algunos siempre se consigue a costa de la explotación y la pobreza de los demás. Es importante para los creyentes descubrir el valor que tiene para Dios la justicia y la ética que hemos de mantener en todas nuestras relaciones humanas: familiares, sociales, laborales, comerciales… En el decálogo de la ley de Dios hay un mandamiento expreso: «no robarás» por eso no agrada a Dios la explotación ni la extorsión de los más débiles en provecho de los más fuertes y poderosos. En estos momentos que vivimos; con un mundo lleno de intereses, confrontaciones, guerras con poderosas armas amenazantes que se venden, se compran y donde se especula además con beneficios económicos a nivel internacional, haciendo promesas falsas de treguas y acuerdos sin que por ello cesen los conflictos; ya no es sólo responsabilidad política de nuestros mandatarios lo que ocurre, sino ética, de todos.

Todo eso atenta contra la vida y la dignidad de muchos pobres inocentes. Es por ello necesario pedir, no sólo al cielo, sino elevando nuestras voces aquí en la Tierra para que nos escuchen todos: la paz, la justicia y la concordia: sin odios, sin cólera, sin rencores; sin perder nunca de vista que el proyecto de Dios es de vida, de solidaridad, de felicidad humana que Dios quiere para toda la humanidad. Como cristianos debemos aceptar a nuestros dirigentes elegidos democráticamente pero no tenemos por qué callar ante sus injusticias y sus estrategias de poder y de enriquecimiento ilícito. Hemos de aprender a vivir esa libertad que nos da el sentirnos, por Jesucristo, hijos de Dios y hermanos de los más necesitados y desamparados. Hay que denunciar que el amor al poder y a las riquezas conduce a cometer graves injusticias contra los más pobres e inocentes y que el dinero nunca va a ser por sí mismo el principal valor ni el bien más absoluto, pues todo se queda aquí después de nuestra muerte. No podemos colocar en el mismo nivel a Dios y al dinero. El dinero es injusto no sólo por mal adquirido, sino en sí mismo, ya que por su propia naturaleza arrastra al egoísmo, al odio, a la injusticia… y reclama confiar en él y entregarle el corazón, apropiándose así de lo que únicamente corresponde a Dios, por eso no se puede servir a Dios y al dinero, quien sirve al dinero se rinde ante la explotación, la injusticia, la marginación.            

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